Cuentacuentos Siete

Una mancha de vino en el mantel puede ser cien veces más ancha que el más ancho de los ríos. Sobre todo -¿verdad?- cuando separa dos manos, diez dedos y un buen puñado de ilusiones.

Sus dedos acarician levemente la tela mientras te cuenta lo que le pasó ayer en el metro. La historia en sí te importa un rábano, y ella lo sabe, pero estás francamente a gusto a su lado. Y ella lo sabe también, claro. Le miras la sonrisa de hito en hito, pero tu atención se desvía constantemente hacia sus dedos, que acarician levemente la tela mientras… acarician levemente la tela… levemente… la tela… la tela que tus dedos presionan con algo menos de delicadeza, como tomando impulso para un salto más bien improbable.

Ella te pregunta algo, y tú le devuelves la respuesta y la sonrisa. Sonríe toda tu cara, sonríen todos tus músculos, sonríe todo tu cuerpo… bueno, todo, menos tu mano derecha, que está gritando de impotencia ante un mar rojizo e insalvable mientras en la otra orilla, una mano izquierda descansa confiada y una boca preciosa da cuenta del primer plato.

Ahora estarás pensando que esta situación es absurda, y recordarás con cierto resentimiento que eso en las películas no pasa. Tienes algo de razón: en las películas, las manos encuentran entre sí sólo un mantel blanco como la nieve, y pueden acercarse lentamente, como quien no pero sí, y en un momento dado, en el momento exacto, la mano de él se posa en la de ella, y… todo cuento, ¡puro cuento! Ahí está la mancha de vino para demostrarlo. Y ahí está el segundo plato.

Puedes dejar caer la servilleta sobre la mancha, y utilizarla como puente, piensas mientras asientes distraídamente a alguna otra pregunta. Pero entonces, recapacitas, tendrías que salvar la servilleta, y el salto olímpico de vallas –categoría Manoderecha- tampoco sale en las películas. También puedes rodear la mancha, se te ocurre a la desesperada, pero a ver cómo explicas el rodeo como inocente casualidad. ¡Anda, mira, mi mano, que se iba de paseo… a la otra punta de la mesa? No, tampoco, tampoco. Está claro que ya es inevitable.

Una mano pide el postre. El postre llega. El postre se va. La mancha de vino, permanece.

Otra mano pide -a regañadientes- la cuenta. La cuenta llega. La cuenta se va. La mancha de vino, la maldita mancha de vino, permanece. Permanece a toda costa.

Al final, al otro lado del más grande abismo jamás visto por un hombre, una palabra mueve un brazo, un brazo levanta un codo, un codo arrastra a una mano, y una mano alza unos dedos, que acarician levemente otra vez, levemente, la tela suave, hasta llegar al borde y perderse hasta más ver. Tus dedos se cierran, derrotados, junto a un gran océano de frustración.

Y entonces una mano, una mano de dedos suaves, viene a posarse desde el aire, con la facilidad de un ave, sobre tu puño cerrado. ¡Con una endiablada facilidad, como… como si acabara de ocurrírsele y… y… zas!

La mancha de vino en el mantel queda olvidada.

16 comentarios

Luz de Luna 4 noviembre 2007 Contestar

¿Zas?. Um. jaja. Me gusta que la caja esta semana sea mas grande.

Bonito cuento.

;)

SALUD2

Anonymous 5 noviembre 2007 Contestar

no complicamos todo demasiado? mancharse con la mancha de vino? que más da!!!

No sé si estoy hoy obsesionada, o veo ideas para hacer cortos por todas partes.

Porque con una simple imagen y ese pensamiento detrás… en fin!!

saludines.
Jara

Miki (El Niño Rockero) 5 noviembre 2007 Contestar

Qué gran relato y qué grandes rodeos para describir un simple gesto. Lo haces bonito y encantador, importante. Algo que normalmente pasa desapercibido lo narras transformándolo en algo importante.

Pues qué te voy a decir chico, que me ha gustado mucho. Me gusta tu forma de escribir.

un abrazo!

мαяια 5 noviembre 2007 Contestar

¡Zas! Bueno, sí… zas y ya está, pero no es tan fácil como un monosíbalo y claro que cuesta (y mucho, jejeje).
Esto que nos cuentas (tan cercano a cualquiera) es una de esas pequeñas cosas que necesitan ser contadas por alguien para que, los demás, le demos la importancia que realmente tienen. Porque no se trata de una tontería como otra cualquiera, sino de algo que puede ser el comienzo de mucho más o de todo lo contrario.
Me ha encantado como lo has contado, de verdad que sí.

Y si con Pedro ya he gastado el GENIAL, a tí te dejo el CHAPEAU! ;)

Besotes, aplausos y todo eso!

Carabiru 5 noviembre 2007 Contestar

Eres único escribiendo!
Qué cuento tan fantástico, me ha dejado sonriente, pensando en esa situación, en como a veces el amor es así de complicado y sencillo a la vez..

Genial la reflexión de las películas, y sobre todo el zas! final.

Un beso enorme y gracias por haber hecho que de la mancha saliese este cuento!!

Anonymous 5 noviembre 2007 Contestar

Bella forma de explicar el momento clave de la cena, donde una simple mancha de vino puede hacer quebrar el tópico del romanticismo.
Creo que es la primera vez que te leo y seguiré pasando por aquí para dejarme arrastrar por el deleite de tus palabras.
Un abrazo.

Hell.

Cuervo 5 noviembre 2007 Contestar

es la primera vez que te leo (he estado muy vago últimamente) pero me gusta la frescura de tu estilo.
En cuanto a la historia, una situación cuasi insalvable
menos mal que siempre son ellas las que acaban echandonos un salvavidas en el rio de vino.
nos vemos!!

JT 6 noviembre 2007 Contestar

¡Gracias por los comentarios!

Es curioso cómo cambia la escala de las cosas según la atención con que se miren…

___________________ 6 noviembre 2007 Contestar

¡Y que mal que se pasa! ‘Cuanta angustia! Pero al final merece la pena,incluso cuando no hay mares de manchas de vino y todo parece como en las peliculas y al final…¡Zas! La mano se aparta:D

Bien reflejada esa angustia y ese como-come de cabeza que todos hemos pasado alguna vez en esas situaciones.

Un saludo,

Pedro.

Popi 8 noviembre 2007 Contestar

Jajaja. Si es que pensar tanto no es bueno, me lo digo a mí constantemente. Por suerte siempre hay alguien que se encarga de demostralo, que si no aún estaría pensando en cómo dar el primer beso.
«…una palabra mueve un brazo, un brazo levanta un codo, un codo arrastra a una mano, y una mano alza unos dedos…» Este trozo me gusta especialmente, zas! :)
Un abrazo Cronopio.

Klover 8 noviembre 2007 Contestar

Ay! la tela, la tela ;)

Me gusta tu estilo, y he disfrutado especialmente con la historia, que refleja de un modo experimental (tienes que seguir con él…no lo sueltes) la típica situación del quiero pero no puedo…menos mal que siempre cae una ayudita y el río rojo se seca…

Escrito con frescura y naturalidad…¿soy yo o me ha recordado a Cortázar? Será la obsesión…

¡Un abrazo y hasta más ver! :)

JT 8 noviembre 2007 Contestar

Hummm… puede ser, klover. Desde que leí a Cortázar no he vuelto a ser el mismo. Y eso que estuve un año sin escribir para desintoxicarme…

Ay, se me olvidó que quería grabarlo. Pero tengo una voz tan fatalmente poco radiofónica, que no sé yo.

¡Gracias a todos por los comentarios!

PD: Por lo que veo, os ha gustado el ¡zas!, ¿eh? xD

synn 8 noviembre 2007 Contestar

Me deja una buena impresión tu retrato. Detallas algo tan simple como tomar su mano como la mas dura de las pruebas ¡y sin embargo es cierto! ¿a quién no le han asediado las dudas alguna vez? ¿quién no pensó lo absurdas que parecen las películas cuando estás ante tu realidad?

Muy bueno.

Saluditos.
Synn

~ 9 noviembre 2007 Contestar

Creo que entiendo ahora cuan larga se le hizo La Mancha a Don Quijote en busca de la mano mas dulce que el insigne caballero osara tocar. Fantástica odisea en torno al oasis de vino que representa esa mancha al que acuden unos indecisos dedos. A partir de ahí para saber lo que sucede recomiendo leer tu historia, una original y muy bien contada forma de apreciar lo que pueden dar de sí unas manos en torno a una mancha de vino sobre un mantel.
Un abrazo!

niobiña 9 noviembre 2007 Contestar

Sencillez y dificultad, dos términos que van siempre cogidos de la mano y muy juntitos…

Me ha gustado tu relato mucho… Se ve que te lo has currado y a la vez tiene ese toque sencillo que nos hace sonreír mientras lo leemos…

Besines de todos los sabores y abrazos de todos los colores.

J&A 26 marzo 2008 Contestar

genial
…rara ver me río con un relato, pero el momento de la mano que da el rodeo la mancha como «anda, mira, mi mano, que se iba de paseo…» me he soprendido riendome con ganas.

muy bien escrito, muy divertida situación y muy ameno de leer.

un saludo JT!

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