Como parte de un imprevisto retorno personal a la música, hace un mes comencé a tocar el violín en un grupo. Nunca había tocado entre guitarras eléctricas, bajo, batería, amplis y cables por todas partes, y la verdad es que, pese a ser algo supuestamente alejado de mi imaginario musical y de mi forma de ser, me ha enganchado y me he quedado. De esas cosas que sorprenden a uno mismo. Pero eso es otra historia… el caso es que Adrián, el bajista, nos pasó hace poco un texto que me ha parecido digno de lectura atenta, y que da título a esta entrada. Lo firma Santiago Auserón, alias Juan Perro, cantante y compositor de Radio Futura, entre otros títulos.
Con la última década del pasado siglo, la sociedad española iniciaba un giro de signo muy distinto a los cambios que durante la transición permitieron llenar el aire de nuevas canciones. Las marcas comerciales se adueñaban del deseo de ser o parecer rockero, mientras el poder orientaba con deliberación sus consignas hacia la pasión por el deporte. [Seguir leyendo]
Un pequeño gran texto, que no duda en relacionar música y deporte con política y educación, con una entereza que hace más músico, si cabe, a su autor. Me hace pensar y reafirmarme, como ya comenté en otra ocasión, en mi convencimiento de que la música no morirá como auguran las grandes discográficas y los graznidos roncos de la SGAE, sino que seguirá igual de viva que siempre. Leyendo el artículo, uno concibe la esperanza inmediata de que la música pueda salir ganando en el cambio, sobre todo viendo la actitud valiente y directa de los que dejan descargar libremente su música desde la Red y la remiten al insustituible directo. Los músicos seguirán siendo músicos y en lugar de vivir de que la gente reproduzca y repita sus temas más allá de su alcance, podrán vivir de que los escuchen y canten con ellos. No se tratará de distribuir el máximo número de discos, sino de inyectar la máxima cantidad de pasión, de belleza y de verdad a los que escuchasen. De cogerlos en un puño y cantarles y tocarles de ser humano a ser humano. No la música extensiva y enlatada, sino la intensiva, la intensa, servida caliente directamente de los instrumentos, cocinada directamente sobre el escenario o entre los propios comensales.
Y sobre todo, independiente, dispersa, de distribución espontánea. Si las discográficas -al César lo que es del César- ayudaron a difundir la música cuando hacerlo de forma masiva era difícil, ahora su papel se acabó, porque cualquiera puede hacer eso hoy día. Con la Red, la música queda instantáneamente al alcance de tanta gente como las discográficas soñaron con alcanzar. Con una diferencia: ahora se trata de gente inteligente que actúa como tal, con sus propios gustos y deseos, que llega libremente y que, de nuevo, volverá a escuchar y hacer la música de acuerdo con lo que sienta, con lo que sueñe y con lo que quiera expresar, no por lo que le ofrezcan.
Que no vuelvan a convencernos de que saben elegir por nosotros. El gusto y la experiencia de la música, como las ideas propias, son inalienables. Lo dicen las propias canciones, las que existen y las que no.
3 comentarios
Amén!! (esta vez no digo hermano para no dar lugar a equívocos, :P jejejejje)
Claro que si!! Lo hablaba hace nada con Charly Dalton. Grandes músicos, geniales grupos, enormes cantantes, se alejan de la música por la imposibilidad de encontrar una discográfica. Éso tiene que cambiar! El mundo cambia! A kodak le tiraron el chiringuito con las cámaras digitales y lo que hizo es tratar de evolucionar y buscar otro tipo de mercado. La música debe hacer lo mismo. Yo ahora puedo escuchar un grupo de jazz de seattle en myspace. Antes me era imposible, porque no es mi estilo y no voy a pagar 20 euros por un disco que es probable que no me satisfaga, y en los cuarenta principales no suenan porque no pagan. Hoy la música es libre con todo lo que ello supone, y es absurdo ponerle puertas al campo. Lo lógico es buscar la manera de disfrutarlo. Los conciertos se llenan, a pesar de la crisis… Ésa es la principal consecuencia. Y es muy positiva.
Cuanta sabiduria, ¡¡CUANTA!!!