Tres cosas que re-aprendí de Theo Jansen

Algunas reflexiones personales sobre la decisión, la reflexión y la comprensión, anotadas a raíz de la última exposición de Jansen en Madrid

Patas de una de las piezas de Theo Jansen - Foto: Diana Piñeiro
La máquina-animal sacada de su medio natural – Foto: Diana Piñeiro

Hace tiempo que pasó la última exposición de Theo Jansen en Madrid, pero sigo teniendo muy frescas las ganas de compartir algunas ideas que se me quedaron pegadas durante la visita. De explicarlas, o de explicármelas, contármelas a mí mismo para tratar de enseñarme algo que creo que necesito aprender.

Sobre la exposición no hablaré mucho, pero hay que decir que estaba muy bien montada, incluyendo las herramientas, las pruebas, los bocetos y algunas reflexiones del autor además de las obras terminadas y la narrativa biológica-taxonómica que las une. También destacaría el hecho de poder ver —¡por fin!— las obras moverse  y sobre todo la pasión que mostraron las personas que estaban allí contando el trabajo de Jansen y, en sus palabras, «cuidando a las bestias».

Ordenador usado por Theo Jansen - Foto: Jorge Toledo
Todo comenzó con un algoritmo matemático dentro de un Atari…
Uno de los cuadernos de Theo Jansen - Foto: Diana Piñeiro
… para seguir en una serie de bocetos… – Foto: Diana Piñeiro
Pruebas y prototipos de Theo Jansen
… y terminar desarrollándose a través de un proceso iterativo de testeo y prototipado material.

Habiendo visto su obra de pasada, reconozco que no tenía del todo claro por qué Theo Jansen era considerado un artista y no un mero friki. Y tengo que reconocer también que iba a la exposición con más curiosidad que entusiasmo. Pero no sólo fui y me quedé a ver las demostraciones y presentaciones, sino que volví al día siguiente a por más. Fue una de esas raras exposiciones que te meten en algo parecido a la meditación, y te permiten llevarte algo de un valor casi tangible.

Pero vayamos a ello: ¿Qué es lo que me llevé de Theo Jansen?

Las decisiones abren tantas puertas como las que cierran

Una de mis luchas vitales —de esas cuestiones que uno arrastra toda la vida tratando de superarlas o de que al menos no le superen—, es un ligero pero persistente miedo a decidir. Miedo, no por las consecuencias derivadas de la decisión en sí, sino porque decidir es elegir, y para la limitada condición humana elegir implica descartar muchas otras posibilidades, cerrar muchas puertas para siempre.

Lo que me recordó el trabajo de Theo Jansen es que cada decisión abre tantas puertas como las que cierra. Pocas decisiones más limitantes he visto que la que el propio Jansen se impuso cuando decidió dedicar su vida —o al menos un año, luego otro año, y así en adelante— a sus bestias, o cuando decidió trabajar solamente con un material (los tubos de plástico) y resolverlo todo con éste. Y sin embargo su obra habla de todo menos de limitaciones. Habla de exploración, de búsqueda, de profundización, de repetición, iteración y evolución, de infinidad de opciones por probar, de preguntas de profundidad tan insondable que seguramente queden sin respuesta.

Exposición Theo Jansen - Foto: Diana Piñeiro
Un material, muchos «bichos» parecidos pero diferentes – Foto: Diana Piñeiro

La decisión de limitarse a una actividad y además ponerle restricciones es en realidad liberadora, porque le permite centrarse en explorar todo lo demás. Al entrar de cabeza por la puerta de cada decisión descubre, o incluso crea, todo un mundo nuevo lleno de puertas por abrir. Un mundo que está dentro de los demás mundos, porque…

La relación del ser humano con el mundo es «fractal»

Y es que, de alguna manera, Jansen logra meter en su obra todas las dimensiones de la realidad. Del mismo modo que un solo átomo nos puede llevar a reflexionar sobre el origen del universo, sus criaturas de tubos nos hablan de resistencia estructural y de movimiento mecánico, de ciclo de vida y relación con el entorno, de ecología y de transformación del medio, del valor del trabajo manual y de los algoritmos de computación, de creatividad y productividad, de localidad y globalidad, de materialidad y espiritualidad, de vida y muerte…

Obra de Theo Jansen - Foto: Diana Piñeiro
¿Creaciones o criaturas? ¿En qué momento podemos decir que están vivas? – Foto: Diana Piñeiro

Su trabajo me recuerda que cualquier unidad del universo tiene el potencial de dar soporte por sí misma a todas las reflexiones que el ser humano es capaz de plantearse. En cada acto creativo se pueden fundir ciencia, intuición, técnica, poesía… o casi cualquier otra de las formas en las que una persona puede mirar y modificar el mundo, hasta el punto de que esa clasificación pierde todo sentido. Da igual cómo tratemos de etiquetar el trabajo de Jansen: es también todo lo demás. Da igual que a Theo lo presentemos como artista o como friki, porque es ambas cosas y también está siendo ingeniero, biólogo, filósofo… o sencillamente humano, un ser polifacético y complejo que escapa a su propia definición.

Por momentos, mientras veía las extrañas obras, articuladas a través de la reflexión y la narración que les insufla el autor y sus colaboradores, casi me llegaba a dar igual si estaba ante una creación natural o artificial, humana o divina, o ante una entidad autopoiética de otro orden. Tal es la potencia de las reflexiones que puede contener o despertar una serie de estructuras de tubos de plástico que un señor estuvo haciendo en su garaje durante varios inviernos.

Hacer —además de pensar— para entender

Ante la parálisis de los que pensamos demasiado, Jansen propone el hacer como herramienta fundamental para entender el mundo. Para entenderlo no ya observándolo, sino modificándolo, empujándolo con las manos para notar su rebote, accionándolo para luego tratar de comprender su reacción.

Durante la exposición tuve mis dudas de si, mientras hacía cada bestia, Jansen se estaba planteando realmente el sentido de lo que hacía, o si lo que podía entenderse de la exposición —la creación como algoritmo iterativo, la teoría evolutiva, la consideración de las obras como seres más que como artefactos, etc.— era todo una lectura posterior. Conversando con uno de sus colaboradores, la respuesta que me dio era la que en el fondo esperaba: ni lo uno ni lo otro. O lo uno y lo otro.

En el «low tech, high concept» de la obra de Jansen hay mucha «baja tecnología» pensada con las manos —y de una sencillez, complejidad y belleza que no se ven juntas muy a menudo—, pero también mucho «alto concepto» surgido al entender las creaciones pasadas, al tratar de resolver las presentes y al pensar en las futuras.

Hay momentos de dejarse llevar por el hacer: por la disponibilidad de un material, por el comportamiento de éste, por los resultados de un algoritmo, por la posibilidad descubierta casi por azar, o por lo que fuera.

Detalle de una unión, desarrollado desde las restricciones y posibilidades del material
Detalle de una unión, desarrollado desde las restricciones y posibilidades del material
¿Y hacer una rueda con los mismos tubos?
¿Y hacer una rueda con los mismos tubos?

Y hay momentos liderados desde el pensar: desde la reflexión, desde entender lo realizado, desde plantearse sus posibilidades, construir una capa de reflexiones y tejer una historia en torno al acto material de doblar y juntar tubos para formar estructuras móviles.

Texto exposición Theo Jansen
Presentación técnica, biológica y cronológica de una de las piezas, ya con un discurso claro en torno al objeto – Foto: Diana Piñeiro

Los propios objetivos van evolucionando con las piezas que crea, desde el sentido ingenieril-finalista del planteamiento inicial hasta la lectura naturalista-autónoma que introduce más tarde, en una relación obra-autor en la que casi deja de estar claro quién pone la intención en cada momento. Él mismo llega a sugerir, con una sonrisa provocadora, que las criaturas tienen sus propios motivos y se están aprovechando de él y de la humanidad para sobrevivir y evolucionar, como harían los genes egoístas o los memes de Richard Dawkins.

Es decir, que hacer sin saber lo que haces es una forma de pensar —o quizás de «ser pensado»— desde la voluntad. Y, extrapolando, que vivir sin saber para qué vives es en sí una forma de dar sentido a la vida. Porque la obra de Jansen es inexplicable si le buscas un «para qué» a priori; sólo fue posible que sucediera gracias a una inteligencia valiente, cercana a la voluntad, y a la que no importó cerrar infinitas puertas sin pensar en cuántas más se iban —o no— a abrir.


Es cierto que todo esto son cosas que a muchos os parecerán obvias. En realidad yo mismo puedo reconocer al escribirlas que ya las sabía, pero las sabía a nivel abstracto. Verlas reflejadas en la obra de Jansen y tratar de ponerlas por escrito me ha ayudado a aterrizarlas y darles un contenido nuevo. Supongo que, como en todo, cada uno saca las reflexiones que más conectan con su propia experiencia o sus inquietudes.

En mi caso, Theo Jansen me ayudó a recordarme a mí mismo que son la decisión y la acción las que abren mundos nuevos, y que en cada uno de esos mundos está este tan vasto y libre al que parece que temo renunciar.

Patas de una de las piezas de Theo Jansen - Foto: Diana Piñeiro
Se hace camino al andar… con patitas ¿mecánicas? – Foto: Diana Piñeiro

6 comentarios

Carabiru 8 diciembre 2016 Contestar

La verdad es que no sólo era una expo impresionante, es que además hacía pensar.
Muchas veces no hacemos cosas porque no tenemos claro cómo desarrollarlas o hacia donde queremos ir. Se nos olvida que el movimiento genera movimiento, empezar a desarrollar materialmente las ideas las hace avanzar, en ocasiones incluso hacia horizontes que no habíamos previsto en la fase «intelectual».
Yo me apunto el reto no de pensar menos, sino de hacer más.

Jorge 18 diciembre 2016

Me da que es reto para toda una vida. Challenge accepted!

Mario Hidrobo 8 diciembre 2016 Contestar

Me alegra que vuelvas a escribir, te echaba de menos y mucho más como lo has bordado con el «informe» que me haces de un expo mas que no pude ver, pero que siempre me había intrigado tanto como a ti. ;)…las tres conclusiones son de cartel

Jorge 18 diciembre 2016

¡Gracias, Mario! Echaba en falta escribir, y la exposición se me quedó dando vueltas por la cabeza desde enero. Una rara excepción, porque la mayoría de las cosas que veo pasan directamente al subconsciente o al olvido.

Marcelo Kublik 19 diciembre 2016 Contestar

Gracias Jorge por «presentarnos» a Theo Jansen. ¡Estamos fascinados!
Es cierto, concuerdo…la imperiosa necesidad de hacer…de demostrar que se puede hacer, que se puede romper la inercia, o burlar una tendencia negativa, se vuelve esencial o vital para avanzar.
Nos pasa mucho, últimamente, aquí en Asunción que nuestros mayores aprendizajes vienen de nuestros «haciendo».
;)
¡Abrazos…!

Ruben 10 octubre 2019 Contestar

Gracias por esto

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