Para construir cultura libre hay que usar infraestructuras libres

El pasado junio se planteó en la lista de correo de la red #meetcommons una contradicción muy interesante que se presenta al trabajar con los principios de la cultura libre, pero con herramientas o sobre infraestructuras que no lo son. Entendiendo, por infraestructuras, que no hablamos sólo de software sino de herramientas, espacios, medios… todo aquello de lo que nos servimos y en lo que nos apoyamos para desarrollar nuestras actividades.

Muchos hemos vivido ese conflicto interno, y nos han surgido preguntas. ¿Deberíamos ser consecuentes y apoyarnos en herramientas e infraestructuras construidas desde los mismos principios que aplicamos en nuestro trabajo, o son cosas separadas? ¿Podemos programar software libre desde un Mac? ¿Podemos hacer diseños colectivos con palés usando AutoCAD? ¿Podemos alojar iniciativas de economía alternativa en un espacio cedido y financiado por un banco?

Adolfo Estalella, por acotar el debate y también por picarnos un poco a todos, se posicionaba de este modo en uno de sus emails:

Mi hipótesis es que el esfuerzo por la cultura libre no pasa necesariamente por la utilización de infraestructuras libres. Es posible contribuir sustancialmente a la cultura libre mediante el uso de infraestructuras propietarias.

Este planteamiento tiene toda su lógica: muchas veces podemos ser más productivos e inclusivos si usamos las herramientas más accesibles, generalizadas, desarrolladas o conocidas, aunque no sean libres. Y si eso mejora nuestro trabajo, ¿para qué sacrificar esa eficiencia y eficacia limitándonos exclusivamente a medios «libres»?

Para lanzar el debate, en este post voy a adoptar la postura opuesta: El fin no justifica los medios. Si queremos construir cultura libre, tenemos que apoyarnos en infraestructuras libres.

En base a su hipótesis de partida, Adolfo hace varios comentarios, que voy a usar como lanzadera para seguir argumentando:

La cultura libre es más sucia e impura de lo que pensamos.

Me parece muy cierto, sería bastante ingenuo sostener lo contrario. Pero no está de más puntualizar que ambas culturas lo son. La propietaria se alimenta igualmente de lo común y de lo libre. No hay patente de engranaje que no se apoye en el concepto previo, y libre, de la rueda. Si admitimos que rara vez vamos a poder usar al 100% infraestructuras libres, es justo admitir lo simétrico. Todas aprovechan algo de otras, y por tanto todas tienen dependencias. Nos gusta hablar de blancos y negros, pero en el día a día lo que tenemos son confusos borrones de tonos intermedios.

La noción de libertad que acompaña a la cultura libre no puede colapsarse en el régimen de propiedad, como ocurre con el software libre donde es ‘libre’ el software que tiene un tipo de licencia específico. En este caso (en el de la cultura libre) implica muchos matices relacionados con la forma de organización de los colectivos, la distribución de atribuciones para la toma de decisiones, su accesibilidad y apertura…

Creo que también hay algo que puntualizar aquí: lo mismo pasa con el software. Es una simplificación muy grande pensar que el software libre está definido sólo por una licencia. Hay unos modos de hacer concretos detrás, una comunidad (con todo su debate sobre accesibilidad, apertura, responsabilidad, control, etc.) y sobre todo unas motivaciones, objetivos o valores. Richard Stallman insiste mucho en ello y es en parte la causa del cisma de principios entre los términos «software libre» y «open source». Si vamos a inspirarnos para algo en el software libre, hay que coger todo el fenómeno cultural en su conjunto.

Todos esos aspectos están mediados por las infraestructuras digitales y las de software libre generan en ocasiones jerarquías relevantes porque no todo el mundo tiene la experticia necesaria para tomar el control de esa tecnología.

De nuevo, esto no sólo aplica al software libre. Toda infraestructura digital (en realidad toda tecnología) genera jerarquías desde el punto de vista de su acceso, uso y control. Hay algunas aplicaciones libres que levantan barreras de usabilidad (y otras que no), y hay algunas aplicaciones privativas que levantan barreras económicas (y otras que no). Etcétera.

Aclarado esto, paso a intentar argumentar por qué creo que es necesario el uso de infraestructuras libres y por qué sin ellas no podemos construir una cultura libre fuerte, consistente y duradera. Ahí van unos cuantos motivos encadenados:

La infraestructura moldea la costumbre. Lo que se produce con el apoyo de una cierta infraestructura adopta modos de hacer distintos que lo que se produce con otra. Cambiar los modos de hacer requiere muchas veces cambiar la infraestructura. Si no podemos cambiarla porque no está en nuestras manos, estamos moviéndonos dentro de límites impuestos por otros. Ejemplo: ¿Podría La Tabacalera desarrollarse igual si su comunidad no pudiera pintar, arreglar o intervenir en general, por sí misma, sobre el edificio que ocupa?

La costumbre crea dependencia. El modo de hacer, cuando se incorpora como costumbre, se traduce en una dependencia directa de cierta infraestructura. Podemos seguir confiando y apoyándonos en la infraestructura propietaria porque ya la conocemos y nos resulta cómoda e inclusiva, sin requerir un desarrollo añadido en lo personal, en lo social y en la propia herramienta. A corto plazo esto es eficaz y eficiente. A largo plazo, estamos desentrenando nuestro poder de cambio, lo que nos deja en manos de una infraestructura que no controlamos y que nos puede dejar tirados o incluso volverse en nuestra contra en cualquier momento. ¿Os han cerrado alguna vez, por un motivo ajeno a vosotros, la cuenta de Google? ¿Pensáis que no va a suceder nunca? ¿Habéis pensado qué pasaría con vuestros documentos, vuestra agenda, vuestros mails, etc.?

La dependencia es una debilidad. Si nuestro objetivo es tener una cultura libre fuerte pero dependemos (porque hemos adaptado nuestros modos de hacer, o porque tenemos allí alojados nuestros bienes) de una infraestructura privativa, el futuro de lo que hagamos estará en manos de intereses no «procomunitarios». Nos hace crecer más cómoda y rápidamente, pero nos puede hacer caer con la misma facilidad y velocidad. Y tras esa caída, podemos encontrarnos con que todas las alternativas están por construir… porque claro, nadie lo ha hecho por nosotros.

El final de una dependencia puede ser un trauma… o un desarrollo. O hacemos evolucionar nuestras infraestructuras poco a poco conforme cambiamos nosotros, o tendremos que sufrir un cambio brusco y traumático, con pérdidas de energía o recursos y una gran caída en la eficiencia y la eficacia. El desarrollo de una comunidad sucede relación cercana con el de sus infraestructuras, y es más potente si es evolutivo y consciente que traumático e involuntario.

El desarrollo es necesario para el empoderamiento. Invertir esfuerzo regularmente en conocer, controlar y mejorar nuestras infraestructuras es lo que nos libera de la dependencia de ellas, porque nos hace capaces de modificarlas o de cambiar a otras. Una comunidad que no ha participado nunca del desarrollo de sus herramientas no tiene poder sobre ellas, y actúa más torpemente ante otras nuevas.

El desarrollo va ligado al uso. No podemos pretender que las infraestructuras se desarrollen si no las utilizamos para cubrir nuestras propias necesidades. La infraestructura resuelve problemas actuales y tangibles, no puede desarrollarse sobre ficciones de uso ni sin la participación de los agentes interesados. Por eso hay cientos de editores de texto libres (los necesitan-desarrollan los propios programadores) y prácticamente ningún programa libre de, por ejemplo, cálculo de estructuras. Scratch your own itch, que le dicen. Cuantos más perfiles sociales necesiten, usen e influyan en una infraestructura, más inclusiva será y más potente será su desarrollo.


En resumen:

La infraestructura libre es una inversión de futuro. Una cultura de fuerte desarrollo de infraestructuras abiertas permite a cualquier comunidad evolucionar más allá de las restricciones que estas imponen. Y al contrario, una comunidad que depende de medios «intocables» sólo podrá crear y desarrollarse exclusivamente dentro de los límites de éstos, o saltar por desbordamiento de unos a otros, con el desgaste no constructivo que eso supone.

El poder que la infraestructura te da, la infraestructura te lo quita. Y por eso es importable que podamos controlar qué nos da y qué nos quita la infraestructura. Renunciar a ese empoderamiento futuro por una cuestión de conveniencia cortoplacista empieza, hoy día, a rozar lo temerario. Las infraestructuras para construir cultura libre tienen que ser libres, como mínimo, en todo el ámbito de acción de una comunidad, e idealmente alcanzar más allá de esta. Si entendemos que la cultura libre contiene muchas comunidades interconectadas, es fundamental que la infraestructura sea libre para todas ellas, de modo que lo que una produzca pueda cubrir lo que otra necesita, y viceversa.

Bien… en este punto del post pensaba abordar de forma más práctica la pregunta crítica: ¿cómo resolvemos el conflicto que se plantea cuando, a corto plazo, son más limitantes las infraestructuras libres que las privativas?

Tenía cuatro párrafos más escritos sobre este punto, pero me temo que mi propuesta iba a desdibujar lo expuesto hasta ahora, y prefiero dejarlo claramente posicionado en un lado de la balanza, aunque sólo sea para facilitar el debate.

¿Qué pensáis sobre esto? ¿Creéis que es mejor renunciar a la libertad en las infraestructuras a cambio de poder trabajar de forma más eficiente para otros aspectos de la cultura libre? ¿O hay que apostar, cueste lo que cueste, por desarrollar infraestructuras libres para construir esa cultura desde una mayor coherencia?

27 comentarios

Jose Enrique 8 agosto 2014 Contestar

Es inquietante…. la verdad yo ya llevaba meses pensando… de hecho tengo tres proyectos atascados por que aun no he resuelto este dilema…. gracias por ponerlo en el candelero…

¿Uso herramientas privativas para hacer cultura libre…? si.. o no… joder es que es tan eficiente solidworks.o autocad… son tan tan buenos…. que usar otras herramientas retrasarian mi proyecto…

Esto es un sin vivir…. un sin vivir… SIN VIVIR…

Pero esto no dista de otros enormes problemas… ¿usamos petroleo para hacer placas solares?…. AAAhhhh ¡Que dilema…!

Particularmente lo mas importante de hacer algo… es hacer algo…. no es pensar en hacer algo… es hacerlo…. de la manera mas eficiente y rapida posible para cumplir el objetivo, que es en este caso LA CULTURA LIBRE….

Vamos a ver caballero, tu te listas las herramientas libre o privativas para hacer algo… como eres un tipo meetcommons… buscaras una herramienta libre para hacerlo, pero si es algo complejo y te va a salir mas rapido con una herramienta privativa, usas la privativa…. y no te preocupes que otros para proyectos sencillos usaran la libre, y la libre mejorara para tus proyectos futuros… como Linux… que al principio solo lo usaban los Informaticos… y ahora su uso es mas generalizado… el proceso de lo privativo a lo libre ya ha comenzado y como con las placas solares no esta mal usar lo viejo para hacer lo nuevo de manera mas eficiente…. y poc a poco… lo libre mejorara como esta mejorando…. Autocad, Windows en los inicios eran poco utiles… y ahora han evolucionado… no tiene sentido que te pongas a hacer proyectos complejos actuales con programas que no estan por jovenes a la altura… que ya lo estaran…

Lo que no me entra en la mollera es que gente ocupada en hacer Cultura Libre en vez de hacer cultura libre utilice el tiempo en estas cuestiones…. que se resuelven en un comentario para continuar haciendo la Cultura Libre… el tiempo es oro… usemoslo con precision…

Jorge 20 agosto 2014

Que lo importante es hacer algo, cierto es. Que haya que hacerlo «de la manera mas eficiente y rápida posible para cumplir el objetivo», eso creo que habría que matizarlo muchísimo. Eficiencia y rapidez son valores heredados de la Revolución Industrial, y creo que hoy día hay que dejarlos un poco de lado para pensar el «cómo» de la cosas. Porque «cómo» hacemos algo cambia el mundo tanto como el «qué» hacemos. Al fin y al cabo, construir herramientas libres no deja de ser una parte necesaria de ese «construir cultura libre».

Ricardo_AMASTE 9 agosto 2014 Contestar

Aupa!
Siempre he sido más del discurso revolucionario, pero siendo cada vez más viejo y estando tan cansado de mantener la coherencia, cada vez apuesto más por la evolución, por la transición. Me parece más permacultural.

Es cierto que las infraestructuras y lo material es importante, pero al final creo que más importante es la mentalidad con la que usamos las cosas, el horizonte hacia el que caminamos y que las dudas y contradicciones, no nos paralicen, sino que nos mantengan inquietas, en movimiento. Y todo ello sin caer en dogmatismo y bipolaridades.

Me interesan las licencias, las herramientas y las infraestructuras libres, pero sobre todo como vehículos de aprendizaje y lucha, más que realmente como algo necesario per se, porque compartir es ante todo una cuestión de deseo.

Alrededor de FLOK y el informe sobre ‘cultura libre’ el otro día escribía una nota a desarrollar que algo tiene que ver (en ese caso tenía que ver con como generar un modelo económico basado en lo común, libre y abierto):

«Para mi la cuestión del conocimiento y la cultura libre en lo que a generar economía se refiere, más que con las licencias tiene que ver con la producción de hegemonía, de discursos, de imaginarios, que derivan en productos o servicios industrializados o con posibilidades de pensarse de forma contextualizada y distribuida. Para mi en esto último las licencias ayudan, como algo que organiza y visibiliza ciertas cuestiones, como una forma de mantener la lucha frente al copyright, pero lo que de verdad ayudaría es la sofisticación de la oferta y la demanda, que debería apoyarse en la calidad y el cuidado, tanto de las condiciones de producción como de lo producido. La abundancia de productos, contenidos, recursos, servicios de calidad libres, será la que haga lo libre hegemónico y la que genere economía a su alrededor, de forma directa o indirecta (más allá de que haya que plantear fórmulas intermedias y de transición)».

Termino ya. He leído libros, he visto películas, he escuchado canciones que a pesar de tener copyright (por deseo de sus autor*s o por pura inercia), al atravesarme, he notado como me hacían una persona más libre. La semana pasada ví como 20 veces este vídeoclip de Hidrogenesse (que si no me equivoco está en la SGAE) de la canción ‘Historia del mundo contada por las computadoras’ https://www.youtube.com/watch?v=DkJH743gGBc

Un abrazo veraniego.
Voy a dar a publicar y la red wifi de Movistar hará su impuro trabajo.

P.D. Dejo también un link a un texto de SurSiendo a partir de un debate en las últimas semanas, que ha circulado por la lista P2P que está que hecha humo (la lista, no el debate este) http://sursiendo.com/blog/2014/07/la-cultura-libre-vive-la-lucha-sigue/

Jorge 20 agosto 2014

Interesante apunte. De hecho, ese es un cambio que he ido notando en los últimos años en el software libre: ha pasado de ser una herramienta de lucha por la construcción de alternativas a un producto atractivo en sí mismo, en el que los principios de «libertad» van incorporados como un modo de hacer o sentir, y no como un fin en sí mismos (ej. elementaryOS.org). Lo mismo está pasando con el P2P, con cosas como Popcorn Time, que empiezan a convertir lo compartido en algo definitivamente usable y sexy.

Pero una cosa no quita la otra. Por ejemplo Internet ha sido bastante libre y anárquica hasta ahora, más por inconsciencia, espontaneidad o naturalidad que por diseño, que en realidad es muy centralizado. Esta libertad «de facto» de la infraestructura nos ha acostumbrado al compartir (y a otras cosas, como el acceso vs propiedad) como estilo de vida, y muchos no vemos otra manera de funcionar. Pero «compartir» no es el deseo de todo el mundo, su centralización la hace susceptible a intereses puntuales y no siempre va a ser libre si no la mantenemos así. De ahí que últimamente se la esté poniendo en crisis como infraestructura, y haya gente construyendo redes más distribuidas que nos permitan seguir explorando (unhosted, ethereum, etc.). Digo esto simplemente como un ejemplo de por qué hacer hegemónico lo libre no basta: hay que evitar que sus cimientos y sus paraqués se corrompan, y para eso no hay otra que prestar atención, aunque sea un poco, a los medios de los que nos servimos.

Igualmente, una infraestructura libre no garantiza una cultura libre. Android es libre y se ha convertido en un producto de masas y de calidad, tal como sugieres que podría suceder. Y sin embargo, el objetivo (logrado) de Google no era construir realmente cultura libre, sino que dar un paso más en la centralización de Internet a su alrededor.

De nuevo, el equilibrio del «cómo» y el «para qué».

PD: El videoclip que pones, si de verdad está en la SGAE, es un ejemplo curioso de remezcla «embotellada» en el copyright. Pero me da la sensación de que ha sido posible pese al copyright (en los huecos dejados por su caducidad) y no gracias a él.

Ricardo_AMASTE 28 agosto 2014

Aupa Jorge.
Desde hace unos meses casi todas las charlas o clases que doy se titulan ‘Redefinir los QUÉs transformando los CÓMOs’, así que estoy muy de acuerdo, pero creo que no hay que obsesionarse de manara que pueda resultar castrante, ni dejar de explorar posibilidades mixtas, bastardas, otras. Creo que todos los caminos llevan a Roma si es que de verdad queremos ir a Roma y que el camino más lógico no siempre es el más adecuado y pocas veces es la línea recta.
P.D. Es la canción la que digo no el vídeo clip. Y sí, creo que la mayoría de las posibilidades seguirán surgiendo de los huecos y las grietas.

aitor 10 agosto 2014 Contestar

Completamente de acuerdo, Jorge. Como sabes, yo mismo soy un ejemplo claro de esa astión de la «costumbre», ya que desde pequeño me he ido forjando en herramientas propietarias y la migración a herramientas libres, sobre todo en el ámbito profesional, está resultando una labor inabordable para mí.

En todo caso, por dar mi respuesta a la pregunta para construir cultura libre, y creo que coincide con tu planteamiento, diría que se puede, pero sólo de forma parcial. No sólo por la cuestión del poder de la infraestructura que mencionas (digamos, las condiciones objetivas), sino porque tanto el ecosistema privativo como el libre acarrean un sistema de ideas inherente que realimenta la subjetividad en su misma dirección. Por ejemplo, si te desenvuelves en un ecosistema propietario acabarás por interiorizar un sistema de valores y una visión del universo coincidente con la competitividad mercantilista, que a su vez incentiva el uso de herramientas propietarias (realimentación). Esta forma de construir subjetividad es el verdadero motor que impulsa uno u otro paradigma. O sea, la ecuación debe formarse entre las condiciones objetivas (horzontalidad/verticalidad, compartir/no compartir, reutilizar/no reutilizar, dar acceso/denegar acceso, centralizado/descentralizado, etc.) y las subjetivas (qué sistema de valores, conductas y herramientas para comprender tiene el individuo).

Desde esta perspectiva, si uno trabaja en proyectos libres, alimentará de forma directa el ecosistema libre de forma directa, aún si lo hace desde un entorno privativo, porque el resultado de su trabajo opera directamente HACIA allí, pero estará alimentando el ecosistema privativo, porque su trabajo opera DESDE ahí. Es decir, habrá dos vectores de fuerza opuestos.

Pero este modelo debe ser pensado siempre en relación a las condiciones objetivas y subjetivas. Por ejemplo, en el caso de trabajar en un proyecto libre desde herramientas propietarias habría que considerar que alimentamos las condiciones objetivas del sistema propietario al aportar capital (hemos comprado las heramientas propietarias con las que trabajamos) y, también, las condiciones subjetivas (nos entrenamos en el ecosistema propietario, lo que llamas «costumbre»). Por otra parte, alimentamos las condiciones objetivas del ecosistema libre (al desarrollar una herramienta que opera en ese terreno) y también sus condiciones subjetivas (ya que la herramenta libre que estamos desarrollando entrenará en a sus usuarios en el ecosistema libre y a nosotros mismos, que lo tenemos que proyectar). Ahí tienes los dos vectores opuestos trabajando simultáneamente, pero divididos en condiciones objetivas y subjetivas, lo que tiene un valor explicativo más preciso.

El resultado de los vectores, es decir, cuál de los dos bandos acaba ganando, dependerá de los matices y fuerzas con que se actúe en cada ámbito.

Un abrazo. Aitor.

Jorge 20 agosto 2014

Muy claro, Aitor, como siempre. Me encanta la clave que has introducido aquí de lo objetivo/subjetivo. El balance se nos complica, pero a la vez se aclara mucho.

Para el día a día es útil verlo como dos vectores: «hacia atrás», usando lo que otros han construido, y «hacia delante», construyendo lo que otros usarán.

Si fuéramos capaces de incorporar una ética sobre eso, tratando de ser conscientes y claros sobre a qué estamos contribuyendo en ambas direcciones con nuestro trabajo, ya estaríamos avanzando mucho.

Marta (@teclista) 11 agosto 2014 Contestar

Muchas gracias por desplegar así de sistemático un debate tan eterno y dado a farraguear.

Creo que muchas podemos estar de acuerdo en huir de un ideal integrista y frustrante, que excluye a personas y dificulta procesos, pero me parece que con ese argumento a veces nos estamos relajando demasiado: aunque podamos explorar soluciones híbridas e impuras, creo que hay que mantener cierta tensión y compromiso por utilizar y promover infraestructuras libres. Es la mejor manera de contribuir a que se siga desarrollando su potencia inclusiva y facilitadora de procesos, como bien argumenta este post.

Tendríamos que repensarnos qué es eficaz y qué es eficiente: si nuestro objetivo es cortoplacista y sólo mira al proyecto concreto que nos traigamos entre manos, o si se fija en los procesos que pone en juego, sus consecuencias y latencias, etc. Entiendo que para cada circunstancia podemos valorar y contrapesar la opción libre vs. privativa, pero conviene recordarnos que hay un montón de argumentos por los que lo libre merece la pena y tomarnos en serio el cuidado de los horizontes de transformación que nos abre.

Saludos.

Jorge 20 agosto 2014

Completamente de acuerdo: «mantener cierta tensión y compromiso por utilizar y promover infraestructuras libres».

Obviamente tendremos que encontrar un término medio entre lo productivo y lo reproductivo (en lo que incluiría ese cuidado de las infraestructuras), pero como sociedad somos suficientes y tenemos suficiente tiempo como para que unos cuiden más una cosa y otros la otra, en un equilibrio cambiante. No tenemos por qué ser en todo momento, a nivel individual, un modelo ideal de integridad… mientras en común tengamos ese compromiso de intentarlo.

MarianaMariana 11 agosto 2014 Contestar

¡Interesante debate que se presenta siempre en nuestras comunidades!

Creo que no debemos olvidar que las herramientas privativas y las libres son básicamente eso, herramientas. Que sean libres o privativas es una definición posterior, una definición económica y política.

Es decir, las fabulosas prestaciones de Autocad no son una maligna tentación para meternos en entornos privativos. Estas prestaciones, creadas por el trabajo de los programadores en relación de dependencia respecto de una empresa capitalista, son capturadas y privatizadas por esa empresa. Al hacernos dependientes de la herramienta, a su vez la empresa también controla y explota a los usuarios (quienes también contribuyen con el código, por ejemplo, al alertar de los errores que descubren mientras usan el software).

¿No deberíamos entonces proponernos una lucha social y política más amplia, tendiente a liberar las herramientas privativas?

Está muy bien, y comparto totalmente, que debemos usar y a contribuir con las herramientas libres en todas las ocasiones en que se pueda. Y esas ocasiones son muchas más de las que pensamos. Hay muchas maravillosas herramientas de software libre que además de ser excelentes en su función, te dan la satisfacción de estar usando algo libre, de lo que te sientes co-propietario junto a la comunidad, y eso empodera.

Pero no debemos sentirnos mal por usar a veces herramientas privativas en lugar de las que ya son libres. Debemos luchar para que más herramientas sean liberadas.

Saludos!

Jorge 20 agosto 2014

Buena puntualización de que la «libertad» no es algo inherente a la herramienta en sí, sino a su explotación comercial.

Liberar herramientas ya lo veo más complicado como objetivo directo, aunque poco a poco más empresas se están animando a adoptar el modelo «open source» (si no el software libre como tal). Es un cambio de mentalidad, una transformación cultural que creo que no se puede hacer por lucha sino por construcción y «enamoramiento». Cuando lo libre sea atractivo (para lo cual hay que currárselo y usarlo), las empresas vendrán solas.

Alberto 12 agosto 2014 Contestar

Menudo temazo, sin duda. El antropólogo Chris Kelty ha estado estudiando este tema reciéntemente. (Kelty es conocido por su libro, Two Bits, una historia cultural del software libre.) Os paso un vídeo y un texto (ambos en inglés) que quizás sean de interés.

Para los que están de vacaciones me tomo la libertad de resumir las líneas maestras de su investigación:

1. Decir, en primer lugar, que Kelty intenta ver cómo la historia de las tecnologías de información del siglo XX se relaciona con los conceptos filosóficos y politológicos de «libertad», pues existen varias tradiciones de filosofía política al respecto:

a. Kelty nos recuerda, por ejemplo, la distinción que Isaiah Berlin hiciera entre «libertad negativa» y la «libertad positiva». La primera es aquélla que se sustrae frente a un regimen de dominación o estructura opresora; es la forma de libertad a la que nos referimos cuando decimos que «estamos libres de…». La segunda, por contra, es una libertad propositiva, de acción, aquélla que empleamos cuando decimos que «somos libres para…».

b. Eso en cuanto a las «formas estructurales» de la libertad. En cuanto a sus «expresiones», hay escuelas que dicen que la libertad es un concepto fundamentalmente «individual», que obra sobre y desde la persona. Y otros que dicen que la libertad debe ser, necesariamente, pensada desde la «comunidad». Entre los primeros los hay que creen que las garantías mínimas de libertad y autonomía personal requieren un consenso en torno a la protección de ciertas necesidades básicas (John Rawls), la inalienabilidad de la propiedad privada (Robert Nozick) o de ciertas capacidades sociales (Amartya Sen). Entre los segundos, los hay que ponen el acento en el diseño de normas culturales de convivencia y hospitalidad, o en las reglas de asociación política y cívica.

2. Visto lo complicado que resulta ponerse de acuerdo sobre lo que pudiera ser la «libertad», queda pendiente entender los proyectos de libertad que recorrieron el diseño de las tecnologías de información y comunicación durante el siglo XX (si es que, efectivamente, era la libertad lo que diseñadores y usuarios pusieron en juego). Kelty hace entonces un repaso muy rápido por la historia de la computación e Internet: el desarollo de la cibernética en plena Guerra Fría, que acompañó los primeros pasos de la computación en entornos burocráticos, centralizadores y estandarizadores; la respuesta de los años 1960s, en la forma de los movimientos contra-culturales y su fascinación tecno-utópica (Buckminster Fuller, Douglas Engelbart, Stewart Brand y el Whole Earth Catalogue); las redes de trabajo «informal» entre departamentos de IT de universidades de todo el mundo que (con el consentimiento velado de financiadores públicos y privados) dieron pie al diseño de los primeros protocolos de ARPAnet y, más tarde, al desarrollo del primer gran estándar de un sistema operativo en UNIX.

Todo ello, en fin, para darnos a entender que no existe una relación directa entre innovaciones tecnológicas y libertad. A veces un diseño tecnológico se lleva a cabo en un contexto cultural donde las dinámicas políticas, corporativas, sociales, tiran cada una en una dirección. A lo mejor nos encontramos con diseñadores y tecnólogos «transhumanistas» (con una concepción de la tecnología como prótesis aumentativa de la libertad y autonomía personal) trabajando, sin embargo, en una red que facilita el intercambio no propietario de archivos, financiado parcialmente con fondos públicos, y cuyos productos finales son, por otro lado, empleados para empoderar a comunidades marginales. ¿Dónde empieza y acaba qué tipo de libertad, para quién?

Dicho todo lo cual, la conclusión que Kelty acaba por extraer de esta historia es que la tecnología, hoy, nos ha convencido de su capacidad emancipatoria. Seguimos sin tener una teoría de la libertad pero, sin embargo, no dudamos de las capacidades liberadoras de la tecnología.

Os dejo con el vídeo (https://www.youtube.com/watch?v=ihY0exiwkn8) y el texto.

Saludos,

Alberto

Jorge 20 agosto 2014

Vaya currada de resumen nos has hecho, Alberto, ¡gracias! Es casi como si Kelty hubiera dejado un comentario en el post.

Creo que con todos los comentarios aquí vertidos ya daría para hacer un segundo post, o varios más, sobre el tema.

skotperez 13 agosto 2014 Contestar

Gran debate de verano. Muy bien planteado, Jorge.

A mí se me hace más fácil pensar sobre el uso de herramientas en un contexto determinado. En un principio este debate se planteo en el contexto #meetcommons y creo que en un proyecto de otro tipo, con otra comunidad y otros objetivos mi respuesta sería diferente.

En un proyecto como #meetcommons, muy ligado a la cultura libre, tender al ideal de funcionar con herramientas libres es más beneficioso que perjudicial por dos razones, además de las que se han dicho ya:

+ La épica. Construir con herramientas libres es un reto para su comunidad, y los retos pueden ser un motor, una motivación muy importante.
+ El discurso. La narrativa del proyecto se enriquece y puede ayudar a construir el proyecto si se radicaliza, si se lleva lo más lejos posible.

Por otro lado, ya que es imposible (si no eres Richard Stallman) vivir sin herramientas propietarias y hay que saber moverse en la impureza, distinguiría dos dinámicas sustancialmente diferentes que se pueden dar al usarlas: las que limitan a la persona que las usa y las que limitan además su entorno. Por seguir con el ejemplo que ponía Richi, no es lo mismo que una persona utilice Movistar como proveedor de servicio en vez de Güifi.net para leer los mails de la lista de correo de meetcommons, que decidir usar las listas de correo de Google en vez de una alternativa libre.

Jorge 27 agosto 2014

Completamente de acuerdo, y me encantan las dos razones que añades. ¡La épica! Esa me la apunto, jeje.

Junto a lo sugerido por Aitor sobre lo subjetivo/objetivo, y los vectores desde/hacia, la distinción que comentas entre lo que afecta a una persona o a su entorno es otra buena aportación para pensar sobre esto. Esto va mereciendo un segundo post basado en vuestros comentarios.

Ricardo_AMASTE 28 agosto 2014

La épica genera buenos relatos, pero no siempre buenas vidas.
Y no siempre es posible, incluso aunque te empeñes el utilizar lo libre a nivel usuario. Los procesos de desarrollo e implantación de una tecnología, un servicio o una infraestructura no siempre lo permiten o lo hacen aconsejable. Eso no significa que no haya que poner empeño en hacer transiciones de unas cosas a otras. Aprovecho y meto ‘un minuto de publicidad’: MECAMBIO http://mecambio.net/ una web que reúne alternativas de uso y consumo en distintos ámbitos (electricas, banca y seguros, alimentación, tecnologías, cultura y comunicación, salud…). Una muy buena manera de llevar a la práctica en nuestras vidas cotidianas este debate que estamos teniendo.

Santiago Roca 15 agosto 2014 Contestar

Este problema se encuentra en el quehacer de todos los colectivos que promueven la cultura libre. Tenemos un proyecto de conocimiento libre, pero las herramientas que están a disposición son privativas. ¿Entonces qué hacemos? Si las utilizamos estamos claudicando a nuestros principios, y si no las utilizamos estamos perdiendo oportunidades de desarrollo y penetración. El problema siempre estará, y no obstante la respuesta que se le contraponga develará el carácter y el grado de madurez de cada colectivo.

Ciertamente, el uso de herramientas privativas generará mayor dependencia. Paradójicamente, las soluciones privativas representan una salida rápida, pero su utilización se traducirá en la ruta larga de la dependencia. De ahí que sea necesario plantearse una estrategia de escalamiento hacia las infraestructuras libres. «Escalamiento», porque la estrategia de adopción de infraestructuras libres debe tomar en cuenta que no existen soluciones libres para todas las necesidades. Y por ello se plantea fomentar el desarrollo de tecnologías libres, utilizar herramientas libres tanto como sea posible y herramientas privativas sólo cuando sea necesario.

Para comprender esta perspectiva es importante distinguir entre la «construcción de una cultura libre» y el «uso de infraestructuras privativas». Parece que estamos estableciendo comparación entre dos categorías que tienen diferentes dimensiones. La construcción de la cultura libre involucra procesos diversos que van más allá del uso de las herramientas (libres o no), como por ejemplo, la implementación de formas alternativas de educación y de trabajo. Al mismo tiempo, el uso de herramientas libres por sí mismo no necesariamente tiene por qué tributar a la construcción de una cultura libre. La categoría de «uso» es más restrictiva que la de «cultura». Incluso podríamos decir que el «uso» es una actividad inmersa en el macroproceso de la contrucción de la cultura libre.

Desde esta perspectiva tiene mayor sentido la estrategia de escalamiento del uso de infraestructuras libres. La clave es que el «uso» de las herramientas privativas no suplante el despliegue de procesos de construcción de la cultura libre. «Utilizar» herramientas privativas es más que explotar las funcionalidades de un dispositivo o un sistema. Significa también aceptar términos de licenciamiento soportadas en normas jurídicas y prácticas de negocio que son opuestas a la cultura libre. Significa entrar en una red de estándares que funcionalmente reproduce el modelo de desarrollo privativo, y que comunicacionalmente proyecta sus valores. Por ello es que el uso de tecnologías privativas no debe verse como una cuestión ingenua o neutral.

La cuestión no deja de ser compleja, pero quizá la respuesta es que podríamos utilizar herramientas privativas si lo hacemos sólo por necesidad, críticamente, dentro de una estrategia de escalamiento del uso de herramientas libres y en el marco de procesos explícitos de construcción de la cultura libre. Si tengo que hacer una presentación y el controlador del proyector sólo es compatible con software privativo puedo utilizarlo, e incluso la ocasión me puede servir para reflexionar sobre la imposición de estándares privativos. Pero si para hacer las presentaciones voy a comprar la licencia y a reproducir el uso de aplicaciones privativas, entonces no merece la pena que me embarque en una aventura de conocimiento libre. En el fondo, la cultura libre es mucho más que una oportunidad para liberar las condiciones de acceso a los mercados de consumo y de trabajo.

Jorge 27 agosto 2014 Contestar

Hola, Santiago. Sobre la distinción entre la “construcción de una cultura libre” y el “uso de infraestructuras privativas”, creo que está clara: hablamos de «uso de infraestructuras privativas PARA la construcción de la cultura libre». Son cosas distintas, pero interrelacionadas.

Coincido en los comentarios que haces sobre el uso o utilización de las herramientas, aunque creo que no hay que dejar de pensar siempre también, como algo paralelo, en el desarrollo. Si usar las herramientas no contribuye a su desarrollo o sostenibilidad, estamos logrando la mitad de lo que podríamos lograr. Para seguir pensando…

¡Gracias por el comentario!

Diego Saravia 22 septiembre 2014 Contestar

Hay que ver el proceso y no solo la foto. Lo propietario es malo. Pero no toda accion resulta en su mas rápida «disminución». Para decidir que hacer, por ejemplo comer una manzana o una banana. Hay que estimar a tiempo futuro si esa accion destruirá mas o menos «contenido util» propietario. A veces instalar un libreoffice en windows es util al fin de liberar el universo, a veces no. Hay que estudiar caso por caso y evaluar la tactica con su estrategia. A veces intentar instalar todo un software 100% libre en una computadora resulta en menos mentes migradas que ir paso por paso. Te vas a instalar un sistema operativo 100% libre compilado desde las fuentes (ututo)? cuanto tardas, que podras hacer luego? Habra casos en que resulte, en otros te conviene libre office sobre windows, y en otros ubunto. A largo plazo el objetivo es tener algo 100% libre y compilado por uno. Pero hay que ver todo el proceso.

Siempre hay que mirar que lo que se debe migrar es la mente humana. Al software se lo adopta. La persona debe haceptar la maxima de que lo propietario es perverso y debe ser erradicado, lluego darle la maxima libertad para ver como llega a esa situacion lo mas pronto posible. En tanto acepte «la fe», (que no es fe ni dogma porque surge de razones), esta con el destino correcto. Supera el problema de Alicia con el gato. Luego podemos evaluar cual camino es el mejor para llegar alli.

Jorge 22 septiembre 2014 Contestar

Muy de acuerdo contigo en que todo esto sólo puede resolverse sobre casos concretos, y en que lo que tiene que cambiar es la mentalidad.

Sin embargo, por las mismas razones por las que no creo que una transición brusca y radical sea una buena idea, creo que lo privativo no puede calificarse tan rotundamente de «malo» y «perverso», y menos pensando que aquí no estamos solamente hablando de software.

Son formas de hacer distintas que responden a formas de ver el mundo diferentes. Conforme cambien nuestras visiones, iremos cambiando los modos de hacer.

Jorge 22 septiembre 2014 Contestar

Y aprovecho para comentar aquí una pregunta que se planteó el viernes pasado en el encuentro de Cooperland, que apunta a temas parecidos pero desde otro punto de vista:

¿Hasta qué punto puede una persona forzar unilateralmente el uso de herramientas o estándares libres en un trabajo colectivo?

Diego Saravia 23 septiembre 2014 Contestar

En un trabajo colectivo participan los que lo desean, si alguien no esta de acuerdo con algo no participa. O sea, nadie puede forzar nada, en principio, salvo que cuente con armas o medios que obliguen a los otros a participar.

Ahora la ley vigente obliga a que toda la producción intelectual entre en el régimen de restricciones de autor. Es decir si no queres prohibir a los otros el uso de tu trabajo, tenes que licenciarlo en forma libre. Es decir «el concepto de lo propietario» es creado por leyes restrictivas. Si no existiesen todo sería libre. Es el estado con su poder de policia el que le permite cobrar sus licencias a Microsoft y otros.

La transición no es brusca, se han tardado decadas en desarrollar lo que tenemos de soft libre y continuamos.

Obviamente cada uno esta en posicion de pensar lo que quiera. Si alguien piensa que es bueno impedir a una persona conocer lo que usa, por ejemplo, esta en su derecho. Lo que no esta tan claro es cuando decide ejercer ese «derecho». Por ejemplo yo podria pensar que es buena la posibilidad de esclavizar a alguien, y nadie me puede negar ese pensamiento, ahora si intento hacerlo, la ley me mete preso. Sin embargo hoy la ley proteje a quien decide que no puedo saber lo que hay en la computadora que uso. Y si lo intento averiguar voy preso. En realidad no soy dueño de la compu que uso, solo inquilino. Y como dije, podes pensar que esta bien eso. Pero si sos microsoft y pasas al plano de ejecutar eso que pensas, ahi me opondré terminantemente, si bien la ley esta de tu lado.

y lo que es perverso es que la ley apoye esa clase de comportamientos que te permiten impedirme hacer esa clase de cosas y eso es justamente la idea de «lo propietario»

por eso somos varios los comprometidos en terminar ese estado de cosas

y pensamos que es mejor no hacer software que hacer software propietario

Diego Saravia 23 septiembre 2014 Contestar

Y prefiero primero hablar en estas cosas de software porque es un caso bastante diferente a otras obras intelecutales. En el software se permite el licenciamiento secreto. Es decir te dan algo sin darte la obra intelectual, solo un binario ejecutable. Eso no pasa en el libro, la musica o pintura, tu ves «toda» la obra. Hay un planeta de diferencia. Se puede hablar tambien pero mejor primero aclarar las ideas con el software, una vez un lenguaje comun entre quienes debaten surge se puede pasar a analizar otro tipo de obras con mas tranquilidad y suficiencia.

Jorge Toledo 17 junio 2018 Contestar

Para el futuro, me gustaría dejar por aquí otro argumento que aporta Benjamin Mako en este vídeo, y que creo que introduce una variable nueva: la responsabilidad.

«El software que usamos es solo tan libre como el software del que depende para su uso continuado, su distribución y su evolución».

Y lo dice en el sentido de que aunque a mí como desarrollador de una iniciativa libre me parezca que no pasa nada por usar una herramienta propietaria, tengo la responsabilidad de pensar que otros podrán no tener acceso a esa herramienta. Si baso el desarrollo de esa iniciativa en herramientas que no son libres, estaré limitando a futuro tanto el acceso a esa iniciativa como su desarrollo.

Y se podría decir lo mismo del conocimiento asociado a ese trabajo. Si las herramientas son libres pero alguien está teniendo la exclusiva de un conocimiento necesario para éste… estaremos en las mismas.

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