En una entrada anterior, bajo el título ¿Puede la arquitectura NO ser open source?, hablaba acerca del carácter intrínsecamente abierto de la arquitectura: la inteligencia colectiva acumulada a lo largo del tiempo, la autoconstrucción, la reforma y el bricolage, la dificultad en establecer restricciones y límites que impidan la reutilización de soluciones, etc. En cierta manera, negaba la necesidad o acierto de aplicar cualquier tipo de restricción a la arquitectura; ponía incluso en duda el concepto de autoría teniendo en cuenta que la mayor parte de la arquitectura se construye sin «técnicos», «expertos» o «artistas» de por medio y es, sencillamente, de sus usuarios. ¿Por qué entonces puede tener sentido hablar de licencias abiertas? Precisamente, porque permitiría conciliar ambos mundos: el de la arquitectura de autor, restringida, profesional y regulada, y el de la arquitectura espontánea, colectiva, autoconstruida y alegal. Establecer una licencia abierta sobre los diseños arquitectónicos, siguiendo la filosofía open source, supondría crear un marco accesible y deseable, en el que unos vieran garantizado el reconocimiento de su dedicación profesional, y otros pudieran conservar su derecho a la copia, a la modificación, a la adaptación, etc.
Una licencia abierta permitiría: Regularizar la autoría sin hacerla necesaria, restrictiva o exclusiva. Permitiendo con ello la multiplicación de ese sentimiento de identificación y orgullo creador que todos conocemos (desde el que diseña un edificio al que talla una cuchara de madera) y garantizando el reconocimiento por el trabajo realizado, pero desligado de la posesión y el control sobre la creación e sí, multiplicando así su valor de uso. Eliminar ese turbio intermedio existente actualmente entre «aprender de los maestros» o «plagiar» el trabajo de otros profesionales. Entre «adecuar» una construcción al paso del tiempo y «desvirtuar» una obra de arte. Salir de un eterno juego de parecidos razonables, de copias a medias que acaban siendo peor que el original, etc. Distinguir claramente entre la licencia del contenedor y la del contenido, algo que hoy día no está claro: tenemos licencias como Creative Commons que se podrían aplicar al proyecto («contenedor» del diseño) permitiendo copiarlo, distribuirlo y modificarlo, pero seguimos teniendo un vacío en lo que a la solución en sí se refiere: aspectos como el detalle constructivo o la técnica de ejecución siguen en un entorno ambiguo entre el bloqueo de una patente y el limbo de la inteligencia colectiva, siendo difícil saber en qué lugar entre ambos está cada proyecto. Hacer explícito el doble gesto de compartir y aprovechar, convertirlo en intencional e inscribirlo en una ética de lo abierto. Acercar la arquitectura de forma abierta a una nueva economía de la abundancia y la accesibilidad, donde ganar en lo personal no implique perder en lo colectivo o viceversa. Contribuir a crear un nuevo modelo profesional basado en la fuente abierta y apoyado en aspectos como:
- La persistencia de la autoría: El reconocimiento, mantenido a lo largo de la evolución de un proyecto, del autor original del proyecto y de los autores de cada una de sus modificaciones.
- La trazabilidad de los cambios: La distinción clara entre el proyecto original y todas sus modificaciones o adaptaciones.
- La retribución al trabajo real: Al tener que citar la autoría de cada parte del proyecto, el profesional que reutilizase un proyecto existente sólo cobraría por el trabajo invertido en adaptarlo o modificarlo, evitando la previsible picaresca de la copia vendida como original.
- La validez legal de la licencia: La licencia abierta aplicada sobre el diseño debería tener la misma validez legal que tiene ahora mismo el copyright o el sistema de patentes, al efecto de resolver posibles conflictos.
- El carácter distribuido del registro: Para evitar colapsar el sistema con la enorme diversidad de soluciones aplicables a la arquitectura, habría que seguir un modelo distribuido y no burocrático, más parecido al de Creative Commons (o como mucho a registros directos como SafeCreative) que al de una Oficina de Patentes.
- La mejora continua de los proyectos frente a la demanda permanente de originalidad: Dar una segunda (y una tercera, y una cuarta…) oportunidad que casi nunca tienen los proyectos arquitectónicos. Dar al proyectista y al futuro usuario la posibilidad de no partir de cero en cada propuesta, sino también de mejorar y reescribir lo existente una y otra vez hasta hacerlo excelente.
Con todo esto no pretendo más que ilustrar la deseabilidad de introducir este tipo de licencias en la arquitectura que, dicho sea de paso, anda rezagada en ese aspecto en comparación con otras disciplinas técnicas como la ingeniería industrial o la informática. Para crear una licencia que permita todo lo dicho habrá que entender muy bien el carácter de lo que se quiere regular, conocer perfectamente el marco conceptual y legal de la propiedad intelectual e industrial actuales, e indagar sobre licencias parecidas que ya están abriendo camino en otros campos de la actividad humana, como por ejemplo las referentes al open hardware o hardware libre. Un trabajo enorme de investigación y desarrollo que, en cualquier caso, creo que merecerá muchísimo el esfuerzo. ¿Alguien se apunta?
6 comentarios
Muy interesante, Jorge. Es la parte de la discusión sobre la autoría que tiene que ver con el reconocimiento, que sería un gran avance sobretodo en ese extraño abismo que comentas entre aprender y plagiar. Sin embargo, hay otro peliagudo aspecto que es el que intentamos desentrañar con los prototipos y demás, qué pasa con las responsabilidades… A mí me encantaría que esta discusión sobre la propiedad intelectual sirviera en el caso de la arquitectura para repensar la idea de proyecto como trámite para el seguro.. Voy a imaginar: por ejemplo, que esas licencias y paquetes de openhardware se distribuyeran, como lo hace el software libre, en beta, con versiones estables e inestables, y que haya aceptación de riesgo informada al usarlas, claro que esto tendría que ir precedido o acompañado de una realfabetización en los sistemas constructivos para que no fuera el agosto de los que quieren construir barato y vender caro, y sin dar garantías. Es complicado.. pero seguimos pensándolo y comentando.. Saludos y enhorabuena por el post.
Hola, Ester, gracias por el comentario.
Lo que planteas de la responsabilidad… en principio la veo mayoritariamente del lado del recepto. Como tú sugieres, del mismo modo en que los informáticos publican una beta y avisan de que no se hacen responsables si falla, uno publicaría un diseño pero no podría hacerse responsable de que funcione en todas las circunstancias y lugares. Cambia el clima, cambia el constructor, cambia la carga, el uso, etc.
Lo que vería interesante es implementar algún sistema de valoración o validación, que pudiera hacer que a la larga los arquitectos que publicasen proyectos bien hechos fueran mejor reconocidos que los que los publicaran llenos de errores.
O casi mejor, un sistema que valorase, no tanto al arquitecto, sino al proyecto en sí, según su grado de calidad y madurez. Y una manera de que el «código» estuviese disponible y cualquiera pudiera solucionar errores e ir mejorándolo colaborativamente, con registro de versiones y todo. Los desarrolladores informáticos lo tienen muy controlado esto, con plataformas como Launchpad, que permiten que la gente envíe errores, propuestas, suba trozos de código (léase p. ej. párrafos de una memoria) corregidos, etc.
La traslación seguramente no sería tan directa, pero yo tengo ganas de intentar readaptarlo, y convertir bases de datos ya existentes como la Open Building Network en plataformas realmente operativas. Creo que escribiré algo sobre esto dentro de poco…
¿A qué te refieres exactamente con lo de «realfabetización en los sistemas constructivos para que no fuera el agosto de los que quieren construir barato y vender caro, y sin dar garantías»?
Muy Bien Jorge, me ha encantado el artículo y sobre todo me ha recordado una anécdota comentada conjuntamente con un obrero y la delineante que se encargaba de llevar los planos “AS BUILT” de una obra (que en América suelen ser uno de los requisitos para la licencia de primera ocupación).
Mientras se tomaba una decisión técnica en visita de obra, (sugerida por el encargado) que por su magnitud no ameritaba “papeleo” de validación, la delineante comentó. “pero esto no es lo que consta en el proyecto” (cuando justamente recoger eso era su trabajo), el encargado comentó (de manera irónica) y luego de cambiar el proyecto me lo trae para firmarlo. Creo que escenifica lo que en el otro extremo de lo que comenta Ester, ¿hasta donde los participante REALES de los proyectos (desde delineantes hasta obreros tienen una gran parte de autoría? sobremanera en la materialización del proyecto. Y eso me hace pensar, sobre toda la teoría de la autoría. Siempre la confrontamos con la “obra de autor” construida, pero ¿y la obra edificada? el objeto en si mismo, nunca podrá tener su autoría real.
Con eso abres otro debate superinteresante, Mario, sobre la autoría. Los arquitectos muchas veces entramos en con la participación de otros agentes en nuestros proyectos. Si nuestro cliente nos pide algo que no nos gusta o el constructor lo ejecuta de una forma distinta, nuestra reacción es un “yo eso no lo firmo”. Eso viene en parte de un tema de responsabilidad, que habría que ver con cuidado si se puede compartir y cómo, pero también de un tema de orgullo de autor, qe definitivamente debería cambiar.
Me encanta el ejemplo que pones, me encantaría que el encargado pudiera firmar su parte, y el cliente destacar la suya, y que todos pudieran considerarse co-autores de la obra terminada.
Recuerdo un comentario de un profesor, que decía medio en broma que al final de una construcción, todos los trabajadores tendrían que salir al frente, junto al arquitecto, el promotor y todos los demás, y recibir un aplauso por su obra.
¿Te has visto alguna vez todos los créditos de una película, hasta el último? Está todo el mundo allí, desde el productor (léase promotor) hasta el de logística (léase camionero). Sería bonito que ocurriera así en la arquitectura, el reconocimiento es parte importante del sentimiento de identificación con la obra.
Dile a un obrero “cuando acabes esa pared, desaparece, que yo me llevo el mérito” y verás qué castaña hace. Dile “cuando acabes esa pared, si te gusta le pones tu firma” y verás qué bien la ejecuta. Lo que me recuerda al bueno de Alpidio, un excelente albañil gallego con el que trabajé de peón al inicio de la carrera. Había vivido en Francia durante años y trabajado en la ejecución de complejas cubiertas de madera. Me contó que cada vez que acababa una obra, en algún rincón de la cubierta escribía: “Alpidio, español.” xD
Jorge, he querido esperar a tener un para de fotos que he encargado porque creo que es super importante para la discusión, sin embargo y como no me llegan te pego esta que está disponible en la red y hace referencia a una valla de cristal que está dentro del proyecto de regeneración urbana del malecón 2000 en Gye. EC, en el que están escritos los nombres de cada uno de los obreros, albañiles, maestros de obra, encargados, jefes de obra, contratas y empresas que participaron el el proyecto. Esta iniciativa, creo yo que a nivel de reflexión de la filosofía del proyecto dice mucho, de hecho creo que dice tanto que si pones en el buscador :autor del proyecto malecón 2000, no logras encontrar un nombre. Eso realmente dice mucho.
Por otro lado, esta discusión me ha recordado algo que creo que en imprescindible traer. Si nos vamos atrás, muy, pero muy atrás, podemos recordar que el nacimiento de esta discusión es casi paralelo al nacimiento de los oficios, concretamente el de los constructores, que viene de la mano de las logias masónicas, donde existía un principio fundamental que era el “aprender haciendo”, de ello que los tres primeros grados eran el de aprendiz, oficial (compañero) y maestro y cuya relación estaba dada por un aprendizaje del oficio en función de la ayuda mutua y el ritual esotérico, diría yo: paso del conocimiento de manera personal (aunque no pública y privativa, ya que dependía de la jerarquía). Esto me suena tanto a un P2P, que es imprescindible traerlo a la palestra para darle vigencia.
Siempre queda el tema de la responsabilidad y de la autoría. Para ello, quería comentar que algunos colegios de arquitectos (generalmente amparados bajo las normativas de libre asociación) han ESTRUCTURADO un sistema de normativas, visados, seguros, y más, que si bien tienen el acierto de “la garantía” y proteger al consumidor final, están desamparados totalmente en una excepción de las probabilidades, lo que lastimosamente frente a las grandes calamidades, han sido totalmente inútiles. Lo cual me sugiere que no quedan en nada más que una validación estructurada en base a asegurar el ejercicio responsable y un sistema económico de pagos. Pienso en que si algún cliente supiera que los proyectos estructurales se calculan sobre una probabilidad de sismo de 4 grados, de 6, de 9, con toda certeza pedirían pasar a la escala siguiente por seguridad y si pueden pagarlo, pero seguirán estando bajo un mínimo de riesgo.
Finalmente, quiero comentar que en los sitios donde el ámbito jurídico ha tenido formas de ser replanteado (de manera profunda), los colegios de arquitectos han tenido que ceder sus pretensiones (especialmente económicas) frente a un compromiso individual de los profesionales responsables de proyectos, del cumplimiento de las normativas, frente a los entes reguladores (generalmente ayuntamientos). En estos sitios, los colegios, aunque dentro de una grave crisis económica (al no cobrar visados) se enfrentan a un cambio de rol, que les está conduciendo por procesos muy interesantes. Decía, que es una gran coincidencia que en estos ámbitos, los arquitectos se vuelcan a tener un ejercicio de constructores. es decir ya no solo de pensar sino de hacer, a lo mejor ese es un avance.
“… los colegios de arquitectos han tenido que ceder sus pretensiones (especialmente económicas) frente a un compromiso individual de los profesionales responsables de proyectos…”
Eso sí me suena al “P2P” que comentas. Descentralizar y desburocratizar la responsabilidad, distribuirla convirtiéndola en compromisos directos entre cada parte. Claro que eso volvería locas a las terceras en discordia: las aseguradoras. Habría que establecer nuevas formas y canales para asegurar y hacer operativa la responsabilidad.
Posiblemente en eso, junto al tema de gestión de licencias, autorías y versiones, los colegios podrían hacer un buen papel si se replantearan de raíz y en clave “2.0”: abierta, distribuida, transparente, etc.
Pero… creo que nos alejamos del tema, esto daría para otro post diferente ;)