Llevo un rato aquí sentado, sin moverme, y tengo que confesarte que estoy como absorbido por los acontecimientos a mi alrededor. Los lugareños no parecen darles mucha importancia, pero por la intensidad que están desplegando las partes implicadas, nadie diría que esto es algo que suceda todos los días.
La situación es difícil de abarcar con la mirada. Mire donde mire, hay un suceso en marcha, totalmente particular pero a la vez claramente vinculado al resto. Un gesto allí provoca reacciones más allá. Un lleno en esta parte deja un enorme vacío en aquella otra. Una aceleración puntual ralentiza todo a su alrededor.
Justo delante de mí está la causa de todo, imposible de eludir y a la vez ajena a lo que le rodea. Es un centro inasequible, inexpugnable, tan evidente que cuesta mirarlo. ¿Sabes? Como cuando te dicen una verdad incómoda a la cara. Es tan intenso que explica por sí mismo todo lo que sucede alrededor: no son más que los efectos esparcidos de esa presencia lenta e inexorable. Es una certeza, o una fe.
Un poco arriba, hacia la derecha, hay un arrebato de violencia. Todo ha sido retorcido, fragmentado e incendiado. Si me preguntases qué es, diría que estoy presenciando una lucha. Y no un ejercicio rutinario contenido por la deportividad, sino una batalla hábilmente planificada o un duelo a muerte pactado hace mucho tiempo. Sus normas invisibles, cumplidas a fuerza de entrenamiento y honor, serían las que darían al resultado cierta armonía, un orden que se aprecia en la repetición de los gestos y otras pautas que quizás esté imaginando.
En cambio, hacia la izquierda, la escena se rebulle de alegría. Muestra una exuberancia ligera y despreocupada, como de fiesta popular. Una parte baila, otra parte mira, pero todo participa de ese despliegue abigarrado de generosidad. Si la termodinámica me perdona, diría que todo en ese rincón parece generar más energía de la que consume.
¡Y mira! Algo atraviesa todo ese caos con determinación, en una línea recta perfecta. No, son varias. Diría que parten del centro y se disparan hacia los bordes a través del aparente caos, como buscando una salida. Pero podría no ser así; podrían estar moviéndose hacia el centro. O tratarse de enlaces inmóviles destinados a comunicar las diferentes partes e imponer algo de cordura en todo esto. No sé si lo están logrando, pero no parecen inmutarse.
Aún más lejos del centro, ribeteando el límite de lo que alcanzo a ver si giro la cabeza hacia cualquier lado sin mover mucho el cuerpo, empieza algo más parecido a la serenidad. No una calma completa, porque hay una especie de melancolía subyacente que se niega a detenerse, como un torrente subterráneo. Hacia mi izquierda son los restos de la fiesta, rotos y olvidados en la hierba pisoteada. A mi derecha los bordes se acercan peligrosamente a la tristeza: son el humo entre unas ruinas, o quizás dos personas que se lo han dicho todo. Sobre mí, claramente, hay un paseo por un sendero de montaña, o por una playa, u otro de esos sitios donde uno se imagina paseando cuando quiere huir de todo.
Huir. Cuando me levanto para marcharme veo por primera vez lo que quedaba detrás de mí. Allí es como si ya hubiera sucedido lo inevitable, lo que se sabía que iba a suceder, y sólo quedara la dignidad de aceptarlo o la indiferencia. Hay una marcha digna, un refugio en el olvido, o una inmersión en las aguas muy profundas, donde lo que sucede en la superficie no puede alterar la esencia misma del mar. Hay un silencio que crece.
Si lo piensas, puede que, para el día, irse no sea una nimiedad. Puede que nos equivoquemos cuando asumimos el atardecer como un mero trámite desgastado por la costumbre. Quizás marcharse sea una tragedia, o un amor, o una comedia absurda. O quizás, incluso, no sea sino una forma de llegar, y en esa confusión cada atardecer, como cada vida, termine siendo diferente.
Este relato cumple la condición número #6. Si quieres sugerirme otra para los próximos relatos o textos, comenta aquí.
Un comentario
Madre mía, qué buenísimo, no me esperaba algo así cuando hice la propuesta. Has superado con creces cualquier expectativa.
😍😘😘